Publisher's Synopsis
El destino de todas las religiones es la muerte. Si miramos la historia de todos los pueblos antiguos, sus religiones han nacido han tenido una larga vida y han muerto. El final de toda religión parece estar predestinado desde su mismo nacimiento caminar hacía una muerte total más o menos honrosa.
Resulta cuanto menos extraño que las religiones engendradas para otorgar la vida eterna a sus fieles humanos sean incapaces de otorgarse esa misma inmortalidad a si mismas, ya que desde el mismo momento que nacen caminan como cualquier otro ser vivo del planeta hacía una muerte segura. Concebidas por mentes humanas, tarde o temprano todas las religiones mueren, ya que por extraño que parezca suelen tener su mismo destino que los mortales que las crearon. Eso si su duración puede y suele ser muy superior a la de las vidas de sus creadores y algunas pueden durar milenios. Pero una vez han muerto nadie recuerda que en sus buenos tiempos fueron idolatradas por millones de fieles. Las religiones se adaptán a sus fieles en el trascurso de su vida, y no al contrario como sería lo esperado, y sólo cuando sus fieles perden la fe, mueren. Ya que sin el velo protector de la fe parecen mitos inconcebibles, que ningún humano en sus cabales pudo creer; sino que le pregunten a los egipcios actuales sobre los quehaceres de Osiris.
Las religiones vivas de hoy también están destinadas a morir.