Publisher's Synopsis
En las grietas del asfalto, entre el humo de los buses y el brillo fracturado de las máquinas expendedoras, late este poemario que desnuda el pulso herido de América Latina. Protocolo de Desconexión Humana no es un libro: es un manual de supervivencia urbana escrito con las uñas sucias de ciudad y los huesos rotos de quienes habitan sus rincones.
¿Qué encontrarás?
Poemas-instrucciones para extraer clonazepam de las grietas del metro a las 3:17 AM.
Historias de moteles donde el amor huele a miedo a ETS y los posters prometen felicidad en cuotas.
Rituales cotidianos como ofrendar monedas a máquinas que escupen vírgenes de plástico y condones vencidos.
Geografías rotas: el bus 506 que traga sueños, el Mapocho que devuelve cadáveres de celulares, y los malls donde bailamos cumbia bajo el ojo de las cámaras.
Para lectores que:
Reconocen el olor a pan quemado en las cocinas sin ventanas.
Guardan facturas impagas bajo el asiento del auto junto a manuales de primeros auxilios.
Saben que en Latinoamérica hasta la redención se vende en puestos callejeros, junto a coca y naranjas.
Una voz cruda, sin filtros:
Jorge Castro escribe con la precisión de un forense y la rabia de un grafitero. Sus versos son selfis borrosos tomados desde el asiento trasero de una micro, donde el sudor y la poesía comparten el mismo olor a derrota.
¿Por qué leerlo?
Si te identificas con el burn out que huele a café frío.
Si has visto perros callejeros orinar sobre promesas de prosperidad.
Si crees que un error de ortografía puede ser la cicatriz más honesta.
Advertencia:
Este libro no ofrece finales felices, pero sí una verdad incómoda: en este lado del mundo, hasta el adiós sabe a lucha.
Detalles técnicos:
Género: Poesía contemporánea / Literatura latinoamericana.
Temas: Urbanismo, resistencia social, decadencia sistémica, identidad.
Estilo: Crudo, fragmentario, con imágenes glitch y ritmo de motor diésel.
Perfecto para fans de:
Roberto Bolaño (por su crudeza urbana), Fernanda Melchor (por su oscuridad visceral), y los versos callejeros de Mario Santiago Papasquiaro.